Hawái.


312. Zigzag
abril 1, 2014, 2:10 pm
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Zigzag

CELER
»Zigzag«
SPEKK. 2014

La sensación de una música eterna y un ritmo persistente que fluye bajo la superficie de sonidos habituales es algo inquieta a más de una persona. Un flujo subconsciente de ruido que permanece en actividad permanente, un desplazamiento aparentemente estático tras una sombra de quietud. Estos rastros se pueden hallar ocultos detrás de la muralla de sonidos aplastantes, como una melodía infinita, así como también en fragmentos de melodías mucho más efímeras, extractos de tiempo fugaces como el movimiento de una hoja con el sol. Existen personas a quienes esto nos cautiva. Y existen otras personas las cuáles parecen develar ese ruido escondido, no solo temporalmente, sino cuyo cuerpo artístico se dirige hacia ese objetivo. Uno de ellos es Will Long. Desde hace nueve años ya, casi una década, que Will viene entregando regularmente extensos trabajos con extensas piezas que parecen dilatar el tiempo, o bien ser el reflejo de ese sonido que yace encriptado bajo la red visible. Son más de cien obras publicadas desde aquella primera piedra. En ese entonces era un dúo junto a su esposa, Daniel Baquet–Long. Después que ella nos abandonara es su proyecto personal, desde el año 2009. Música interminable desde el otro vértice del mundo, Celer es una fuente inagotable de sonidos espaciosos imposibles de contener en espacios reducidos, contra la ley de gravedad. Solo unos cuantos han alcanzando esta esquina de la tierra, y este es uno de ellos, amablemente enviado desde su hogar en Tokio.

Hace seis años Will, junto a Daniel, más Mathieu Ruhlmann, publicó “Mesoscaphe” (Spekk, 2008), un primer trabajo para Spekk, el label dirigido por Nao Sugimoto (mondii) y hogar de, entre otros, Taylor Deupree, Stephan Mathieu, William Basinski + Richard Chartier, Opitope, Federico Durand, Ken Ikeda, Joe Grimm, Janek Schaefer, Félicia Atkinson, Jefre Cantu–Ledesma, lo que estableció una relación cuya continuidad fue retrasada por el desgano de los días. Luego de varias obras, muchas obras más que quedan entremedio, vuelve a aparecer otra de sus piezas por la empresa japonesa, ahora la número veintiocho de su catálogo. “Zigzag” es un disco que también es una sola y profunda pieza encerrada en un diseñó impecable de Sugimoto, diseño personalizado en forma de libro horizontal donde queda atrapado el CD. “Hace varios años cuando vivía en los Estados Unidos, me interesé en la música minimalista de los años 1960 y 1970, y la new wave de la década de 1980, con los pulsos estables, las armonías constantes, y la continuidad infinita. La música tenía una fuerte persistencia y, mientras que el oyente puede dejar de seguirla conscientemente, el ritmo se mantiene conectado a tierra. En ello hay algo humano, como un latido. En ese momento tuve la idea de utilizar esta inspiración con mi propia música, dando a la música un tempo y un nuevo camino hacia adelante. Creé ‘Zigzag’ y accedí a lanzar el álbum a través de Spekk pero, después de varios años, el proyecto se retrasó y me fui hacia otros proyectos, y la inspiración inicial y el concepto desaparecieron”. Suele suceder que la mente se desvía hacia sitios diferentes y ciertas ideas quedan escondidas en alguna de sus esquinas hasta que vuelve a circular por los torrentes sanguíneos impulsados por el músculo del corazón. Cuarenta y ocho minutos, cuarenta y siete segundos. Un solo movimiento, un patrón de pequeños rincones en ángulo variable, aunque constante, trazando un camino entre dos líneas paralelas, que puede ser descrito como irregulares y regulares. Ángulos creados dentro del sonido que se desplaza de forma uniforme, dibujando líneas que ascienden y vuelven a descender en trayectos cortos, aunque percibidos como una enorme horizontal inmutable. En su interior, notas que parecen a veces estáticas en el aire, otras veces imposibles de estar quietas. El ritmo persistente no deja de emitir una luz parpadeante, un reflejo que destella en la oscuridad de su geometría inmóvil a la vez que impredecible. Es fácil entrar en la vorágine de esta música interminable, como fácil es dejarse atrapar en su red de segmentos cruzados. El audio integrado de esta obra lleva a la rendición irresoluta del oído y las demás extremidades, a perderse en el poder físico de su armonía oscilante. “Zigzag” es la escena capturada desde una distancia imposible de apreciar de una estrella que pestañea, una escena que se repite incansablemente con el retardo de la lejanía, fotografías en movimiento lento sometidas al delay del cansancio. La no posibilidad de prever el desplazamiento de sus imágenes no impide que la sensación al entrar en ella sea de ser absorbido. Aún en cualquier dinámica caótica ciertos parámetros se repiten, encontrar lo recurrente en el caos relativo. Las melodías se deshacen en los estertores de su centro variable y los ángulos de orientación dispersa, mientras el ruido se inclina en el suelo transparente.

“En el verano de 2013 me enteré de que mi esposa y yo tendríamos nuestro primer hijo. Alrededor de ese tiempo los planes comenzaron a reunirse para la publicación de ‘Zigzag’. Después de perderme las primeras citas con el médico por fin pude asistir y, por primera vez, escuchar los latidos del corazón del bebé. Parecía una conexión tan trascendental entre el bebé y la música. Cuando comienza una nueva vida, todo apunta hacia el futuro”. Los latidos del corazón determinan el pulso del aliento vital, y mientras descansan oyen la música que parece enterrada bajo la superficie, armonías que Will devela para arrullar el sueño de un cuerpo todavía frágil. Y lo hace en la confusión lineal de “Zigzag”, en el ruido que tiembla y parpadea tras las melodías inagotables.

www.spekk.net, www.celer.jp

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